PERU: Iron Maiden lo entregó todo ante una rendida masa de alucinados fanáticos

viernes, 27 de marzo de 2009



Inolvidable. No existe otra palabra para definir la experiencia vivida anoche en el Estadio Nacional. El viejo coloso de José Díaz se convirtió en un santuario de almas oscuras (y sufridas, no solo en alusión a aquellos que pasaron la noche a la intemperie, en las inmediaciones del lugar, en busca de las mejores ubicaciones, sino también a toda esa caterva de fanáticos que esperó por la Dama de Hierro por más de tres décadas). Premio para todos ellos. Y para nosotros, también coleccionistas de todo lo que la banda británica ha lanzado desde 1980 en adelante. Lo de Iron Maiden anoche se pareció mucho a esas gestas heroicas protagonizadas por superhéroes de mundos extraños: seis gladiadores que encendieron una llama eterna que el público supo corresponder con brazos en alto y gargantas rojas.

Fue una noche de vigencia, pero también de nostalgia por aquellas canciones que muchos escuchamos primero en vinilo, luego en caset y más tarde en CD: de la rauda “Aces High” a esa joya de colores árabes llamada “Powerslave”, pasando por “2 Minutes to Midnight” y “The Trooper”. Y hubo lugar para “Run to the Hills” y, por supuesto, para “Wasted Years”, uno de sus clásicos más llenos de sentimiento; y un himno de himnos: “The Number of the Beast”.

No hubo pirotecnia, pero sí cuerpos de músicos veteranos (pero jóvenes de espíritu) que recorrieron la tarima de lado a lado, y un cantante que derrochó carisma en cada gesto: Bruce Dickinson demostró por qué es el vocalista preferido por los fanáticos de la “Bestia”. Su voz fue siempre un grito de batalla. Y ni qué decir del trajín de Steve Harris con el bajo, un músico digno de ser inmortalizado en un monumento.

El coloso enloqueció con la aparición de Eddie, la monstruosa mascota del grupo. Y nuestros respetos para los miembros restantes: Adrian Smith, Dave Murray y Janick Gers en guitarras, y el extrovertido Nicko McBrain más atrás, en los tambores. Solo nos queda agradecerles por tantos años de vigencia, pues como dijo Dickinson: “Iron Maiden es mucho más que una banda de heavy metal”. Iron Maiden, señores, es Iron Maiden, una familia de músicos que ha trascendido más allá del género fuerte y que ha sido capaz de tender puentes entre varias generaciones. Una banda grande, muy grande, hecha para gestas heroicas y coliseos copados de almas. Una banda que aterrizó una tarde en Lima y nos dio todo lo que podía dar.

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